La historia de mi vida comienza el 29 de
Noviembre de 1992 cuando mi madre me dio a luz en la ciudad de Quilmes, Bs.As,
Argentina, bajo un gobierno Menemista. Durante dos años fui hija única, luego
nacieron mi Hermana Camila Hidalgo y finalmente Lautaro Hidalgo. Soy miembro de
una familia numerosa y de clase media. Ambos de mis padres tenían el poder sobre
la economía familiar ya que ambos trabajaban. Mi madre Liliana González es
docente del nivel inicial del Colegio Eduardo Holmberg (Colegio Alemán) situado
en pleno centro de Quilmes. Mi padre José Alberto Hidalgo es obrero de La
Cervecería Quilmes, una de las fábricas referentes de nuestra ciudad. La
ubicación de nuestra casa estaba estratégicamente ubicada a pocas cuadras de la
fábrica para beneficio de mi padre. El vecindario estaba compuesto por manzanas
y se lo denominaba “Villa Argentina”.
“Se inauguró en 1925 y, posteriormente,
se fueron construyendo nuevas unidades hasta formar el núcleo actual de 192
viviendas. En el barrio vive personal de Quilmes y también descendientes de
antiguos operarios. La población estable actual
se estima cercana a los 1000 habitantes. Las casas poseen ornamentación
inspirada en el estilo colonial y su distribución recuerda los trazados
pintoresquistas de muchos suburbios Europeos de los años 20.”
Durante mi Socialización primaria, a causa del
extenso horario laboral de mis padres, los días de semana mis hermanos y yo
estábamos a cargo de mis abuelas. Ambas tenían creencias, costumbres y valores
muy similares, uno de ellos era el modelo Romano de familia. Elba Gallini y
Héctor González eran mis abuelos maternos, en sus comienzos como matrimonio,
ella era la encargada de atender a mi abuelo cuando regresaba de trabajar en el
ferrocarril, además de cuidar a mi madre y mi tío mientras él no estaba. Solo
si le quedaba un rato libre se dedicaba a sus creaciones artísticas favoritas,
una de ellas el tejido.
La misma situación ocurría con mis abuelos
paternos, Isabel Delfino y Miguel Ángel Hidalgo. Mi abuela era la encargada del
hogar, la limpieza, la comida y la crianza de mi padre y sus dos hermanas. Mi
abuelo solo se dedicaba a trabajar en la Aeronáutica naval y otros trabajos que
debió realizar porque el dinero no alcanzaba, pero no permitía que mi abuela
trabaje (aunque dio clases de piano en su casa, ya que siempre admiro la buena
música).
Es decir, la figura del hombre era el pilar
fundamental de la familia. Todas las decisiones que se tomaban en la casa eran
válidas a partir de él y el rol de la mujer era el del cuidado de los hijos y
las relaciones sociales.
Dentro de este contexto en el que me desarrolle
durante toda mi infancia, mis abuelas internalizaron esa cultura en mí. A
través de la oralidad como medio de comunicación más frecuente, Me trasmitieron
criterios que con el correr de los años lograría decidir si eran válidos o no y
permitieron que forme mi identidad cultural.
También realizábamos actividades recreativas,
una de ellas era visitar el “Parque Cervecero”, un hito en Quilmes. Dicho
predio era otro beneficio de la Cervecería Quilmes para los obreros y sus
familias.
“Las instalaciones comprendían de canchas
de fútbol, tenis, básquetbol, pelota paleta, piletas de natación, cancha de
bochas y un gimnasio con todo tipo de aparatos para juegos y distracción de los
niños”
Allí pasábamos largas horas disfrutando en
familia, era como un ritual, ya era parte de nuestras costumbres.
A comienzos de mi socialización secundaria, más
precisamente en el año 2000 mis padres deciden mudarse. Era un barrio
completamente distinto al que habíamos vivido hasta entonces. Si bien estaba a
tan solo 20 cuadras de mi antiguo hogar, este contaba con una comunidad de
casas muy similares unas con otras (barrio cerrado), pequeñas manzanas y un
obrador donde se realizaban las reuniones de consorcio de la cooperativa,
además de un espacio verde donde jugábamos a la pelota, corríamos o simplemente
nos sentábamos a tomar mate entre amigos. La cantidad de casas no superaba las
200, pero luego de las nuevas construcciones llegaron a ser más de 300. A pesar
de estar alejado del centro de la ciudad es considerada una zona urbana y muy transitada.
Para ese momento mi hermana y yo asistíamos a la
escuela (Instituto San Felipe Benizzi), por tal motivo mis abuelas solo
ejercían su control social sobre mi hermano menor. En la escuela comencé a
observar realidades completamente distintas a las mías y debí respetar ciertas
pautas que no había vivenciado en mi grupo de crianza. La disposición espacial
de los pupitres, del escritorio del docente, las ventanas internas y puertas
vidriadas, tenían la finalidad de promover una capacidad de disciplinamiento y
autocontrol, que mediante un sistema de premios y castigos aprendí esas pautas
establecidas. Los alumnos que cumplían con las normas recibían buenas
calificaciones y reconocimientos, para los alumnos de comportamiento
inapropiado firmaban el libro de disciplina o eran mandados a Direccion.La
discriminación y los conflictos de poder entre mi grupo de pares eran moneda
corriente. De todos modos, logre formar fuertes vínculos que con el tiempo se
convertirían en grandes amistades.
Los medios de comunicación con los que contaba
continuaban siendo la comunicación oral y la televisión. A partir de mi
escolaridad pude añadir otros medios, como por ejemplo: los libros, diarios,
revistas y gracias al avance tecnológico, el acceso a internet.
Además del control social, la escuela me brindo
conocimientos, técnicas y elementos formativos que necesitaría para
desenvolverme en sociedad y sobre todo, para mi inserción en el mundo laboral.
Mis hermanos y yo siempre respondimos correctamente a los objetivos que tenía
la institución educativa sobre nosotros, pero para el año 2005, con una
Argentina fuertemente arraigada al Kirchnerismo, la situación familiar se
modificó para siempre.
La situación sentimental de mis padres era
insostenible, los conflictos de poder crecían a pasos agigantados, las
discrepancias en la organización, no solo económica, sino familiar (ya que mi
padre quería continuar el legado inculcado por sus padres y mi madre estaba en
total desacuerdo con la “ley pater”que también le habían marcado en su vida)
que ambos tenían, los llevaron a tomar una decisión definitiva. Para terminar
con tan agobiante situación, decidieron separarse.
Al enterarse de la noticia, mis abuelos no
podían creer por la realidad que tuvieron que atravesar. Mi abuelo materno ya
había fallecido meses antes de la separación, sino no lo hubiera aceptado
nunca. Ninguno de ellos creyó que eso podía ocurrirle a cualquiera de sus
hijos. Rompieron el molde. La menos afectada a tal situación fui yo, ya que mis
hermanos también lo sufrieron bastante. Siempre tuve un fuerte vínculo con mi
madre y sus valores se hicieron carne en mí. Nunca considere al modelo romano
inculcado por mis abuelas (y que mi padre quiso imitar) como válido, por tal
motivo la separación solo fue un acontecimiento más en mi vida y considere, al
igual que mi madre, que era lo mejor para todos.
La dinámica que teníamos como familia
inevitablemente debió cambiarse. Respecto a la dimensión espacial, mi padre
regreso a la casa de mis abuelos y mi madre permaneció con nosotros en el mismo
hogar. Ambas residencias continuaban situadas en Quilmes, Bs As, Argentina.
Los mecanismos de control social no eran los
mismos, las decisiones, premios y castigos que mis padres nos habían enseñado
cambiaron. Si bien siguieron inculcándonos una buena educación y modales,
teníamos mayor libertad y éramos independientes de nuestro propio accionar.
Ellos ya no debían encargarse de nosotros porque éramos los suficientemente maduros para entender lo
moral y lo inmoral, a partir de las ideologías que decidimos valorar de por
vida.
Respecto a la economía familiar, cada uno de mis
padres manejaba su propio poder adquisitivo y a lo largo del proceso
productivo, establecieron relaciones para llegar a los fines deseados.
El dinero
que ingresaba a la casa era menor, por tal motivo los conflictos de poder era,
por ejemplo, reclamos de aumento de sueldo por parte de mis padres a sus
respectivos jefes, seguros contra desempleo, convenios, etc. Para una mejor
administración, mi padre se encargaba de la cuota alimentaría que,
obligatoriamente debía pasarle a mi madre, además de nuestra obra social y mi
madre se encargaba de la casa y de las necesidades básicas que teníamos
habitualmente.
Luego de varios años mis padres rearmaron sus
vidas satisfactoriamente. La organización económica era estable y mis padres
tenían el suficiente tiempo para dedicarse a creaciones creativas que
compartíamos.
Las actividades recreativas o artísticas que
teníamos como familia dejaron de serlo de tal forma. A partir de la separación,
las costumbres que teníamos en conjunto, se comenzaron a realizar de forma
individual, es decir mi padre y mi madre por separado.
Con mi
padre salíamos al cine, ya que es un amante de la cinematografía. Su género
favorito es la ciencia ficción y el drama. Películas como “Duro de matar”,
“Rambo” y “Búsqueda implacable” están dentro de la categoría de sus favoritas. Con mi
madre dedicábamos nuestro tiempo a realizar pinturas o distintas expresiones de
arte. Amante del impresionismo, tal como lo afirma su definición:
“Los impresionistas, eligieron la pintura
al aire libre y los temas de la vida cotidiana. Uno de sus primeros objetivos
fue captar una representación del mundo espontánea y directa, y para ello se
centraron en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos. La luz
tiende a difuminar los contornos y refleja los colores de los objetos
circundantes en las zonas de penumbra”.
Todos los domingos pintábamos paisajes de todo
tipo. Luego elegíamos los cuadros más bonitos y los colgábamos en nuestras
habitaciones.
Todas estas creaciones fueron valores que
forjaron nuestro destino. Mi hermana al finalizar sus estudios secundarios
decidió ingresar a “Bellas Artes” una escuela de dramatización ubicada en
Sarmiento, Quilmes. En mi caso elegí el arte de comunicar y al concluir la
escuela ingrese a la Undav, para estudiar Periodismo. Mi hermano menor no ha
terminado la escuela, pero ya conserva la pasión por el fútbol que mi padre le
incentivo desde pequeño y con quien comparte largas tardes mirando partidos y
amando este deporte tan popular. Si bien no tiene definida su vocación, la
actividad física está dentro de sus preferencias.
Todos los cambios producidos en mi familia,
estaban fuertemente vinculados con el ambiente y la sociedad que nos rodeaba.
Mis padres quedaron sometidos al progreso histórico inevitablemente. Tal como
lo expresa Robert Nisbet:
“La esencia de la idea de progreso
imperante en el mundo occidental puede enunciarse de manera sencilla: la
humanidad ha avanzado en el pasado, avanza actualmente y puede esperarse que
continúe avanzando en el futuro”
Vivimos en un mundo de objetos, aparatos,
mecanismos, instrumentos, que utilizamos para satisfacer nuestras necesidades y
mejorar la calidad de vida.
La
importancia del tiempo respecto a lo laboral, (mejor conocida con la trillada
frase “time is money” expresa el imperativo de una sociedad cuyo motor
fundamental gira en función de la
reducción incesante del tiempo de trabajo necesario y la ampliación del tiempo
de trabajo excedente tal como fue demostrado por Carlos Marx) y partir
de la división del trabajo, que consistía en
pagar en función de la cantidad y la calidad que se producía,
inevitablemente influyeron en el avance
y progreso de nuestra familia.
Para evitar la categoría de “excluidos” o
“prehistóricos”, mis padres debieron adaptarse a las nuevas tecnologías, para
proveerse de los bienes materiales de interés de la época actual. Gracias a un
duro sacrificio en el campo laboral, ambos de mis padres comenzaron a tener
mejor movilización a partir de la compra individual de dos autos, una mejor
comunicación a partir de la telefonía celular y una mejor calidad visual a
partir de las pantallas plasmas de LCD.
Es
predecible que los cambios seguirán ocurriendo a lo largo de mi vida. Mis
abuelos tuvieron un modelo familiar completamente distinto al que me tocó vivir
a mí frente a la separación de mis padres. Es inevitable poder frenar estas
modificaciones que nos forman como individuos sociales que interactuamos entre
sí. La cultura que nuestros padres nos enseñaron quedaran grabadas para
siempre, tal como lo expresan Negri y Hardt:
“La
representación (que un grupo tiene de sí mismo) es a la vez una forma de
creación y de exclusión”
Pero no debemos desviar nuestro criterio de
adaptación, aceptación y reconocimiento de la realidad multicultural que nos
tocara vivenciar día a día a lo largo de nuestra vida.
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